gobierno del presidente Cárdenas, el desarrollo mexicano se había sustentado en una economía de mercado con un relevante (pero prudente, excepto a partir de los años 70) intervencionismo del Estado como rector y promotor activo del desarrollo económico, como regulador del comercio exterior y de los mercados internos de bienes y servicios básicos, como inversionista en áreas estratégicas y como promotor del bienestar social mediante leyes laborales y agrarias e instituciones sociales de educación, salud y servicios básicos.
La ideología económica y social de la Revolución Mexicana, plasmada en el contrato social de 1917, había asignado al Estado estas funciones desechando la ideología liberal del laissez-faire, laissez-passer.
Pero a partir de 1983, la estrategia económica de la Revolución Mexicana fue descalificada y reemplazada por la "visión moderna", según la cual la liberalización y la reducción de la presencia del Estado en la economía permitirían aprovechar plenamente las oportunidades que ofrecía la globalización, al favorecer la asignación más eficiente de los recursos productivos y el logro de mayores tasas de crecimiento. Sin embargo, después de cuatro sexenios del experimento neoliberal, la "tierra prometida" resultó ser un espejismo. Los resultados contrastan negativamente con los observados durante el vilipendiado modelo económico precedente.
Bajo el modelo económico de la Revolución Mexicana, el Producto Interno Bruto (PIB) de México creció 15.9 veces (1,592.7%) durante el periodo 1935-1982, al pasar a una tasa media de 6.1% anual, lo cual implicó un incremento de 348% en el PIB per cápita, que aumentó a una tasa media de 3.2% anual; la inversión fija bruta per cápita creció a una tasa media de 6% anual; y el poder adquisitivo del salario mínimo se incrementó 96.9%.
Bajo el modelo económico neoliberal, el PIB sólo se incrementó 0.78 veces (78.1%), al crecer a una tasa media de 2.4% anual durante el periodo 1983-2006, lo que implicó un incremento acumulado de apenas 18.5% en el PIB per cápita, que creció a una tasa media de 0.7% anual; la inversión fija bruta per cápita solamente creció a una tasa media de 0.5% anual; los salarios mínimos perdieron 70% de su poder adquisitivo (retrocediendo a un poder de compra inferior al que tenían en 1946); alrededor de 7 millones de mexicanos, trabajadores varones en su mayoría, emigraron a Estados Unidos; y más de 20 millones de mexicanos pasaron a engrosar las filas de la pobreza y la indigencia.
Como en cualquier otro experimento, el resultado empírico es el criterio de la verdad. Por eso, después de cuatro sexenios de perseverante aplicación de la estrategia neoliberal, la disyuntiva para los mexicanos consiste en si nos resignamos a este modelo como una realidad inamovible, o hacemos un esfuerzo serio, ergo realista (consciente de las restricciones infranqueables, pero también de los márgenes de libertad disponibles) para escapar de esta realidad, emprendiendo nuestro propio camino soberano hacia el desarrollo sostenido con equidad.
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